viernes, 2 de enero de 2015

LA IMPORTANCIA DEL ROSA

   Todo el que me conozca sabe que no me gusta el rosa. 
   Acepto llevar algo de fucsia en contadas ocasiones pero el rosa pálido está totalmente descartado de mi vestuario. 

   Cuando supe que íbamos a tener una niña lo primero que dije fue: no irá vestida de rosa.

Aish... Cuantas veces me he comido mis palabras desde que soy madre.

   La primera traba que te encuentras es la ropa. La de recién nacido la dividen en rosa y azul. Quizás encuentres algo de blanco o gris (en bodies, etc) pero poca cosa más. Las tallas de 3 meses ya tienen más colorido, pero sigue predominando el rosa en la ropa de niña. La gente te regala ropa rosa, mantas rosas, albornoces rosas... Y claro, tú se lo pones para que haya por lo menos una foto con el conjunto. 

   He de decir que en el primer año y pico de Sofía la he vestido muchas veces de rosa. Hasta me ha empezado a gustar. A ella le queda bien aunque si puedo prefiero ponerle fucsias. También debo decir que más de una vez la he vestido como un niño. Dejando de lado su disfraz de carnaval de Spiderman (que era sobre todo para contentar al padre) la he vestido rockera unos días y otros de princesa. 

Spiderman
Rockera
Princesa



   Me encanta el lila y a veces la he vestido de negro. 
   Le pongo muchos vestidos y faldas pero también tiene vaqueros y leggings.
   Al mes le puse los pendientes porque me gusta como quedan en las niñas y porque, para qué negarlo, parece que socialmente no es una niña si no los lleva.
   Su dormitorio lo decoramos en lilas y azules, algo neutro por si en un futuro tiene que compartir cuarto con un hermanito, que no queremos que le de un soponcio con tanto toque femenino.
   El cochecito lo compramos rojo y negro cuando aún no sabíamos si iba a ser niño o niña y pensamos que nos serviría para uno u otro y para cuando queramos tener un segundo sin importar de qué sexo fuera.
   Los chupetes se los compro de todos los colores: rojos, rosas, azules, verdes... 

   Pues bien, la mayoría de las veces piensan que es un niño. Y creedme, es más femenina que su madre: se pirra por ver escaparates, le encanta todo lo que brilla, llevar bolso y las pulseras. Pero la gente siempre la confunde con un niño.

Para muestra un botón:

- Esta semana voy a comprar el pan: cochecito rojo, mi hija con un abrigo beige (neutro), sus pendientes (de corazón), el pelo rizado a lo afro (como su madre a su edad, hasta que no coge peso no cae, mientras tanto crece hacia arriba y se enrosca), chupete azul (quizás aquí está el fallo) y manta rosa (!) con el nombre de Sofía bordado en fucsia (fue un regalo)
   La chica que hace cola para comprar va y dice: "Anda que no vas calentito tú". 
   Y yo ojiplática sin abrir la boca hasta que 4 segundos más tarde y tras un escaneo más exhaustivo (que se fijó en la manta, vamos) la chica dice: Ay no, que es niña, no me había fijado. 
   Sonrisa cortés y por suerte me toca turno y me ahorro el silencio incómodo.


   Al parecer la tengo que vestir toda de rosa y ponerle un lazo en la cabeza, entonces no habrá duda. 
   Cualquier elemento discordante que pueda llevar a confusión hace que digan lo primero que les pasa por la cabeza. Y suele ser un niño.

Sólo me queda esperar a que Sofía tenga una melena digna de Rapunzel, a ver quién es el guapo que le llama niño...

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