martes, 5 de junio de 2018

EL NACIMIENTO DE LUCAS

26 de diciembre. 39 semanas y 3 días.

Mi ginecóloga me tenía cardíaca perdida porque ese día me iba a hacer un "tacto" (maniobra Hamilton para los entendidos) a ver si me ponía ya de parto, que Lucas pesaba ya lo suyo y no se encajaba ni para atrás.

Pero, nada. Eso estaba más cerrado imposible,ni medio dedo, nada de nada... (yo suspirando de alivio porque no me había hecho daño, que en estos tactos ves las estrellas).

- Tranquila Diana, que este niño no sale hasta enero, a ver si la semana que viene ya no estás tan verde.
Y tan pichi para casa que me fui.

00:10 (ya 27 de diciembre)
Como soy muy #malamadre y Sofía se había pegado una señora siestorra después de comer a estas horas estaba yo aún metida en su cama para dormirla y en eso que cuando lo consigo y camino 2 metros... Zas!! Las Cataratas de Niágara.

WTF? PERO NO ESTABA YO MUY VERDE??

Y eso que no paraba de salir agua, que a medio paso que daba, se inundaba todo... Y ahí, sentada en el baño, llamé a mi marido que estaba trabajando:

- Cariño, he roto aguas.
- Vale... Estás bien? Tienes contracciones?
- Si estoy ben, aún no tengo contracciones.
- Y que hago? Vengo?
- Pues hombre, yo creo que si...
Llamada a los abuelos (fiesta, fiesta, ya viene nuestro nieto) para que se queden con Sofía. Llega mi marido, cojo la maleta entre charco y charco de agua y a la 1.15 en la clínica.
Lo de siempre: has roto aguas pero estás muy verde. Tienes contracciones pero no dilatas aún. El niño no está encajado, a ver como progresa la noche.
Toda la noche con contracciones cada 3 minutos. A mi me duelen, no sé qué dirá la máquina. A las 8 llega la comadrona. Sigo igual. No he borrado ni el cuello del útero.
La comadrona, con todo el tacto del mundo y con cara de poker para no influir me comenta la situación:
La cosa no avanza. Al tener una cesárea anterior no pueden meterme Oxitocina alegremente. Tienen que empezar con unas tiras de prostaglandinas poco a poco, ver como va, si hace efecto, y quizás, al cabo de 12 horas o más ver que medicación pueden poner para acelerar, pero que es como si empezase un parto de 0, muy lentamente, controlando mucho y estamos hablando de 30 o 36 horas de parto. (más que las 22 horas que estuve con Sofía).
O bien, ya que tenía una cesárea previa y eso era una clínica privada, me podían hacer una cesárea electiva.
Me dejó pensarlo y luego vino la ginecóloga y tras la exploración me dijo exactamente lo mismo.

No me lo pensé. Ya había pasado por una cesárea. Sé lo que es. Intentar un parto vaginal medicalizado era exponerme a que Lucas tuviese sufrimiento fetal, yo estuviese extremadamente cansada para cualquier cosa y con posibilidades de rotura de útero si la medicación forzaba demasiado la máquina. Y todo desembocaría en una cesárea de urgencia. Prefiero el post operatorio a que mi niño sufra en cualquier momento.
Como íbamos sin prisa, me pusieron la epidural raquídea y la ginecóloga se lo tomó con la calma y me fue separando las capas una a una porque se habían adherido desde la última vez.
A las 10.07 nacía Lucas. Pude ver como lo sacaban. Mi niño grandote: 54 cm y 3.750 g.



Se lo llevaron a pesar y medir, me lo trajeron para que lo viese y se fue con su papá a hacer el piel con piel mientras me cosían.
He investigado, he leído muchos blogs y en los dos casos han sido cesáreas necesarias. No me duele no haber podido parir vaginalmente. Las cosas han salido así, quizás en un futuro me sepan decir por qué mis niños no se encajan, puede que mi cadera esté mal formada por dentro o haya algo que lo impida.
No lo sabré nunca pero para mí lo más importante es que mis niños estén bien, que hayan nacido sin ningún problema y que yo pueda estar con ellos pese a todos los puntos que lleve por dentro. Son mis heridas de guerra, las más importantes porque gracias a ellas tengo a mis hijos.

Y eso es lo que cuenta.